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29 de marzo de 2007





Ya lucen sobre la fachada del Ayuntamiento de la capital los estandartes de las distintas procesiones que desfilarán estos días de Semana Santa.

Ando tan ensimismimada que no me daba cuenta de que hoy se trasladaba el Nazareno de San Frontis hasta la Santa Iglesia Catedral y casi me doy de bruces con el cortejo. Siempre llevo mi cámara a todas partes y hoy, mira por dónde, no la llevaba, pero pude contemplar la silueta de la imagen del Nazareno cuando era introducida en el impresionante y singular templo.

Y tampoco la llevaba esta misma mañana, en mi paseo habitual por el Duero -tan fotografiado lo tengo- para captar una imagen que, casi seguro, no la olvidaré nunca.

Caminaba junto a mi amiga Marisol en animada conversación mientras íbamos contemplando las aguas, milagrosamente transparentes, del río y a los patitos, ya crecidos, que buscaban alimento entre los arbustos que crecen por las orillas. De pronto, reparamos en una mujer que estaba abrazada fuertemente a un árbol. La frente la tenía apoyada sobre la corteza. Estaba completamente inmóvil. Nos paramos sorprendidas unos momentos sin que ella notara nuestra presencia. Parecía estar sumida en profunda meditación y ajena a lo que la rodeaba. Segumimos caminando volviendo la cabeza a cada paso para ver lo que ocurría, pero la mujer no se movió. La perdimos de vista mientras nos alejábamos comprobando que seguía en la misma posición.

El suceso nos hizo elucubrar de mil maneras posibles. Yo referí a mi amiga que, en una ocasión, escuchando a Saramago en una entrevista que le hacían en una emisora de radio, contaba que su abuelo, ya muy enfermo, se lo llevaban de la casa donde vivía a, no recuerdo muy bien dónde. Y antes de salir de la casa, su abuelo salió al huerto y fue abrazando, uno a uno, a todos los árboles que había plantados. Así se despedía de sus amigos los árboles, de su casa, de sus cosas. Siempre recordaré al abuelo de Saramago abrazando a los árboles.

¿Qué pasaría por la cabeza de esa mujer, abrazada estrechamente a un árbol del Duero, esta misma mañana?

5 comentarios:

un dress dijo...

também faço isso às vezes :)

é uma magnífica sensação de entrares na árvore, no seu interior e

...receber nesse abraço uma montanha de energia, ficar forte como ela, silenciosa como ela,

ganhar folhas e seiva na alma!!! :)))

a.bra.çO

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Así es amiga mía. Yo también lo hago y además, suelo apoyar mi espalda fuertemente sobre la corteza del árbol. Es una inenarrable sensación porque siento su savia adherirse a mi piel.

Besos.

Ángela dijo...

La chica del árbol... (aquí sonrío; tú sabes porqué).

Cuéntame qué tal el acto de esta mañana.

Un beso.

Luis Amézaga dijo...

Poesía de un episodio cotidiano.

Moony-A media luz dijo...

Abrazar un árbol es abrazar la misma tierra y sentirse unida a eso que llamamos vida.

Por aquí caminó su vida, hace mucho tiempo, un mendigo que besaba a los árboles. No puedo olvidarme de él.

Y conozco a quien les habla bajito... muy bajito, y, claro, es una persona mágica.

Un beso, Anatema.