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28 de junio de 2006






No sé si por la melancolía del paisaje, por mi propia melancolía, o por esa sensación de abandono, de dejarme llevar por la corriente, el río Douro porgugués, agua de mi agua y de mi río, ayer, mis ojos contemplaron estos paisajes con otros ojos. Diferentes, nostálgicos, ojos que miran sin ver. Ojos que sienten la mirada perdida, confundida.

Es difícil intentar descifrar en qué momento las aguas tumultuosas del Duero/Douro se mezclan y confunden. Es difícil saber cuando nos mantenemos con la cabeza fuera del agua y cuando comenzamos a zozobrar.

Lo siento, hoy no voy a escribir sobre mis vivencias del día de ayer. Poco importan.

Os dejo esas imágenes preñadas de belleza.

25 de junio de 2006




Puede sucederse la fiesta. El color y el ruído. La efervescencia mundana.

Hoy puedo cubrir mi cuerpo con las mejores galas. Esencias, jazmines en el pelo.

Hoy podré escuchar lejanas melodías, otrora descubiertas.

Hoy veo el horizonte mucho más amable. Es la tierra mía, ocre, amarilla sedienta.

Hoy me cubro con aperos de vida. Mi vida emergente. Tierra viva.

16 de junio de 2006

Manjares de Galicia

La lamprea
Las mejillonerasLas cigalas y el vino
Las Ostras
Lo isólito

Se celebró en Pontevedra (Galicia) el XXVII Congreso Nacional de la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo al que acudieron cerca de doscientos participantes. Fue un hermoso periplo en el que de todo hubo: magia, cultura, arte, navegación y cómo no, degustación.


Porque también por el paladar nos entra Galicia. Aromas y sabores sobre el mantel, a bordo, sobre la hierba fresca y el tibio sol. Amalgama de frutos del mar que inciden en los sentidos y los hace generosos.

Saudades en la piel y añoranza en la retina.

Galicia enerva la sangre y la diluye para que fluya lenta, mientras los versos de Rosalía de Castro se filtran por cada piedra.

Bella Galicia






Reza un refrán castellano: "algo tendrá el agua cuando la bendicen".

Galicia tiene ese "algo" indefinible que despierta el deseo de volver. Remembrar, evocar, sentir.

En esta ocasión ha sido Pontevedra, sus Rías Bajas, pero hubiera sido Lugo, Coruña u Orense, porque a toda esa tierra la envuelve la misma magia, la misma brisa atlántica que templa el espíritu. Galicia flota sobre las cosas y sobre los hombres hasta transformar sus sentimientos.

No sé si justificado o no, ni siquiera sé si se dice con reticencia aquéllo de que "el gallego no se sabe nunca si va o viene" . Lo cierto es que el gallego recibe, abarca al foráneo con sus brazos y con su inteligencia y le hace participar de su juego satírico y contagioso.

Somos lo que somos por lo que sentimos y hoy me siento un poquito gallega.

13 de junio de 2006

Memoria


Me falla la memoria. Me falla porque creo, hace un año aproximadamente, -fue en junio- cuando me introduje en este mundo de la blogosfera con este blog "Ondas en el Mar". Lo perdí un día, misterios de la técnica cibernética. Gracias a un amigo lo recuperé de nuevo. Ahora lo he vuelto a perder manipulando con mis inexpertos dedos el teclado del ordenador. Y ahora, su pérdida es definitiva. Tal vez por eso lo tengo un poco abandonado. Tal vez porque no merezca la pena seguir.

Ahora ando despistada, como perdida. Como esa gaviota atlántica que hace dos días me despedía desde la orilla de una pequeña playa de Combarro, en Pontevedra.

Ahora no debo olvidarme de escribir sobre Galicia,

¡qué morriña!
¡qué saudade!
¡qué sorte!

Miro a esa gaviota, triste y solitaria, mientras voy absorbiendo el paisaje de Galicia, su verde intenso, casi negro al atardecer, miro también su mar glorioso y conquistador bordeado de eucaliptos trasatlánticos, inmigrantes frondosos, arraigados y enraizados entre la piedra madre.

Galicia, construída de la pesadumbre de la piedra y la reiciedumbre de sus hombres. Raza pura.

Asombra la perfecta simbiosis entre el hombre y la piedra y cabe preguntarse, como aquéllo de Colón": qué fue antes, la gallina o el huevo.

Yo me pregunto: ¿Qué fue primero en Galicia, el hombre o la piedra?

2 de junio de 2006

Agua



Érase una vez un hombre, un buen hombre, un pobre hombre, un gran hombre, que decidió regresar al agua, al lugar de donde tal vez, nunca debió escapar.

En mi post anterior hay una imagen donde se ve una cabaña construida en una pequeña isla en el Río Duero. A Michi le llamó la atención y quería detalles del "robinsón zamorano".

Pues bien. Poco se sabe de este hombre al que se le ve, de vez en cuando, sea invierno o verano, llueva o nieve o el calor derrita, atravesar el río semidesnudo, curtido como el hombre del Cromagnon e indiferente a la intemperie. Tanto él como su cabaña se han integrado perfectamente en el paisaje del Duero.

Hace tres años intenté contactar con él para hacerle una entrevista para el periódico. Me resultó imposible, pues no es fácil abordarle y cuando supe dónde encontrarle, en una humilde casita de los barrios bajos, ni siquiera me abrieron la puerta. Cuando llamé, me contestó una mujer desde dentro y solamente me dijo: "Sí, vive aquí, pero no está nunca y no creo que quiera verla, déjenos en paz".

Su voz era muy airada y nada amigable. Eso es todo lo que sé de este "robinsón".

Como yo suelo pasear con frecuencia por el río he visto cómo las riadas le llevan su cabaña una y otra vez, le he visto también cargar, atravesando el tramo del río por donde se puede cruzar a pie, con muebles viejos, con ropas, con todo tipo de utensilios, siempre indiferente y altivo. Una y otra vez se construye su cabaña y las autoridades municipales ya le han dejado por imposible.

Imagino, que se cansó de la civilización, del ruido de coches, de gritos de vecindario, tal vez de los de su mujer y tan sólo necesite el murmullo del agua y los trinos de las aves.

A veces siento envidia.