Goslar, Alemania, es la antigua capital imperial, a camino
entre Hannover y Leipizig. Situada al pie del macizo de Harz, fue famosa por
sus minas de plata y cobre, las que dieron vida y riqueza a la ciudad hasta
bien entrado el siglo XX. Goslar pertenece a la Baja Sajonia y la cruza el río
Gose. Sus minas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en
1.992.
La ciudad de Goslar está
rodeada de bosques jardines y la protegen murallas flanqueadas por
torres. Destaca la plaza del mercado que se caracteriza por una fuente con
pilas superpuestas y que se remonta a la época imperial. Sus calles y
callejones estrechos y perfectamente conservados constituyen una visión
medieval de gran belleza característica de los siglos XV y XVI y que vamos
apreciando a medida que recorremos sus calles empedradas, los pequeños canales
y las casas con entramados de madera que se conservan exactamente igual desde
hace más de quinientos años.
Llaman la atención, a nuestro paso, algunos edificios como
el castillo, del siglo XI, el Ayuntamiento del XV, el hotel Kaiserworth abierto
desde 1494, lo que lo convierte en uno de los hoteles más antiguos del mundo, o
el hospicio de St. Anne, activo desde 1498. Y así, vamos descubriendo
iglesias, exquisitos rincones que captan
inmediatamente la atención del viajero como la Capilla de San Ulrico.
Pero no sólo el pueblo es histórico. Muy próximo se
encuentran las minas de Rammelsberg, que estuvieron en funcionamiento durante
más de 1000 años hasta su cierre en 1988. En 1992, las minas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad, y
es cuando se inicia la reconversión en una atracción turística y hoy en día
constituyen una visita muy interesante, ya que se pueden ver réplicas de las
herramientas y mecanismos utilizados para extraer el mineral a lo largo de los
siglos.
La actividad de estas minas comienza en el siglo X y no
culminaría hasta 1988. A principios del
siglo XI, el emperador Enrique II, atraído por la riqueza de la zona manda
construir el palacio al pie del Rammelsberg desarrollándose la actividad de la
ciudad en torno a este palacio donde se van construyendo iglesias, capillas y
fuentes que van configurando el aspecto
de la ciudad hasta llegar a ser la sede de la principal residencia del Sacro
Imperio Germánico.
El apogeo de Goslar se sitúa en torno a 1450 y siglo y medio
después se restaura el ayuntamiento y se reconstruyen fortificaciones y
diferentes casas con el típico entramado de madera. En 1552 el ducado de
Brunswick se apodera de Rammelsberg hasta que las minas pasan a Prusia en 1886.
.
En la actualidad, Goslar es una ciudad donde acoge un
turismo de élite que gusta de apreciar una arquitectura un tanto ecléctica,
donde el románico, el gótico, el
renacentista o el barroco confieren armonía y originalidad al conjunto que se
nos muestra como un museo al aire libre.
Goslar recibe un turismo de élite que disfruta recorriendo
tanto sus calles como los alrededores, bellísimos y pintorescos. Existen
restaurantes de gran tipismo donde se sirven los más exquisitos platos de la
rica gastronomía alemana, así como de los excelentes vinos y cervezas sin
olvidarnos de una repostería muy variada. En Goslar, como en toda Alemania se
sirven variedad de licores artesanales realizados con cerezas, ciruelas y un
sinfín de frutos de temperada.
La ciudad cuenta con unos 40.000 habitantes, y éstos, al
igual que el resto de los alemanes son los primeros en proteger, mimar,
conservar y cuidar su rico patrimonio del que se sienten orgullosos.
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