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7 de mayo de 2006








Hace muy pocos días estuvo en Zamora, para impartir una conferencia, Victoria Prego. Tras su visita y conocer algo de nuestra ciudad escribió en varios medios, entre ellos en: www.elmundo.es un artículo que titulaba "Zamora, la maravilla".

Alabó la belleza de la ciudad, su monumentalidad, gastronomía, singularidad, la afabilidad de sus gentes: su elegancia, su cultura, su saber estar. Incluso habló de las nuevas infraestructuras hoteleras y de sus creadores/arquitectos como Paco Somoza, que, de una Vinícola adosada a una Iglesia, ha construido un maravilloso hotel. Sobre el tejado, de cinz, una gata de piedra que parece real, porque al arquitecto le apasionaba Liz Taylor y la famosa película. Ya sabéis.

Pues bien, perdonad mi inmodestia. Zamora es bella, no sólo porque desde fuera nos lo digan, que nos lo creemos y lo agradecemos, sino porque tiene otros aspectos singulares y completamente desconocidos que sorprenderían a muchos, como son la breve muestra de las imágenes que exhibo en este post y que forman parte de la gran riqueza megalítica que existe en el noroeste de la provincia, en la misma raya de Portugal. Esas figuras pétreas claman, casi gritan para que sepamos que no están allí por casualidad debido a la Madre Naturaleza, sino que a muchas de ellas se les dio forma, se las transformó para que adoptaran figuras de animales en diferentes posiciones. Y todo allí, a la vista, desde hace miles de años.

Ayer volví a ese paisaje. Inenarrable esta primavera. Exultante. Descubrí nuevos monumentos, nuevas figuras pétreas, nuevos testimonios que demuestran la constación de vidas muy pretéritas que dejaron su huella. Hablan estas piedras. Historia pura. Y dura. Dureza granítica.

Hablan las piedras

Fueron tres horas de subidas y bajadas por el solitario paisaje. El aroma a tomillo embriagando los sentidos, la hierba hasta las rodillas, los riachuelos cuajados de florecillas como si fueran minúsculos nenúfares. Las escobas floridas amarilleando las verdes ramas. El suelo salpicado con multicolores flores. Volví a comer "chupamieles", -ignoro cuál es su verdadero nombre- un arbusto del que salen unos tallos que terminan en una especie de plumillas. Basta tirar con savidad de uno de estos tallos y se nota cómo se va deslizando por el interior de la tierra hasta emerger al exterior. Su raíz es casi blanca. Se mordisquea y se extrae un jugo dulzón que mitiga la sed. Como cuando era niña. Dormí plena de sueños y recuerdos.



Esto último va para Chonina: Es cierto amiga. Vivo rodeada de un gran paisaje. Todavía muy desconocido, pero espectacular.

5 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

Algunas piedras mantienen un equilibrio imposible.

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

El equilibrio que, a veces, nos falta a nosotros.

hfm dijo...

Como as pedras falam!

Michi dijo...

Y todo sin hacer uso del PhotoShop!!! ;) A ver si ponen un AVE Madrid-Zamora pronto par also qu eno tenemos carnet...

Choninha dijo...

LINDO! Adoro esses "cabeçudos" de granito. Também gosto de palmilhar a minha terra, Trancoso, em busca dessas figuras desenhadas pela natureza. Sólidas. Sóbrias.
Beijo grande para ti, sua sortuda de Zamora!