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21 de diciembre de 2009

XXX Congreso Nacional de FEPET en Extremadura

























Un nutrido grupo de periodistas y escritores de turismo, con su Presidente al frente, Mariano Palacín, se han reunido en Montánchez, Mérida y Llerena para celebrar su Congreso Nacional número treinta.

Extrema y dura para la ocasión, Extremadura lució sus rigores invernales aunque ello no restó belleza al paisaje, ni entusiasmo a los asistentes. Muy al contrario, las bajas temperaturas y la espesa niebla proporcionaban a senderos, calzadas romanas y a la propia vegetación una visión fantasmagórica, casi cinematográfica. La Princesa Carolina de Mónaco, acude cada allo a estos lares para practicar la caza y dicen que vuelve siempre encantada del campo extremeño.

La niebla, -alguien lo comentó- aunque no había sido invitada, nos acompañaba por un campo de encinas donde las reses bravas, los cerdos criados con bellota y las ovejas de ubres preñadas de leche, fueron nuestros ocasionales acompañantes.

En medio de nuestro divagar, topamos con la encina "La Terrona", la más anciana -dicen- de la Península Ibérica. Tiene una altura de 16,40 metros. Un perimetro en el tronco de 1,30 a 7,75 metros. Perímetro de la base 9,42 metros. Altura del tronco 2,17 metros. Se halla hubicada en el término de Zarza de Montánchez. Un ejemplar bellísimo al que ha debido de apuntalarse para que las ramas de su gigantesca copa no caigan al suelo.

De esta zona extremeña se debe destacar su riquísima gastronomía. El jamón es uno de los manjares que hace la boca agua tan sólo con su aroma. El queso del Casar, jugoso y tierno. Los vinos, los dulces. Todo exquisito.

Francisco Rivero, presidente de la Asociación Extremeña fue gran anfitrión y, en ocasiones, guía complementario, mientras recorríamos el Teatro Romano de Mérida, LLerena en Badajoz y, cómo no, la maravillosa iglesia visigótica del siglo VII, en Alcuéscar, descubierta por casualidad por Juan Rosco, un amante del patrimonio histórico quién nos pormenorizó todos los detalles del hallazgo. Allí se venera a Santa Lucía del Trampal.

Muy próximo al lugar donde se encontraba la encia "La Terrona", e inmerso en la espesa niebla, pudimos admirar un poblado fortificado de la II Edad del Hierro, en Villasviejas del Tamuja en Botija.

Y qué decir de las gentes de Montánchez. Pese al intenso frío, mientras paseábamos por las calles, casi desiertas, las gentes, abiertas y simpáticas se interesaban por nuestra estancia allí. Pudimos conversar afablemente y descubrir la calidad y calidez del pueblo extremeño.

14 de diciembre de 2009

Natal en Brasil













Aunque faltaba algo más de un mes para la Navidad, la ciudad nos recibió con adornos navideños porque, según parece, en Natal, la Navidad es permanente.

Fue un 25 de diciembre, el día de Navidad de 1599, -de ahí su nombre- cuando la ciudad fue fundada por los portugueses. Más tarde sería colonizada por los holandesesn entre 1633 y 1654. Durante la Segunda Guerra Mundial y debido a su situación privilegiada, Natal sirvió como base aérea a los Estados Unidos ya que desde allí embarcaban y desembarcaban hidroaviones y era punto de encuentro entre Getúlio Vargas y Franklin Delano Roosevelt.

Conocida como la Ciudad del Sol,Natal pertenece al estado de Rio Grande do Norte, Brasil. Cuenta con una población de casi ochocientos mil habitantes y la región con dos millones aproximadamente.

Natal es la capital brasileña más cercana a Europa. Desde el aeropuerto de Lisboa, inmersa en las frías aguas del Atlántico, y en apenas siete horas, se aterriza en el aeropuerto de Natal, para llegar al mismo Atlántico, pero tibio, acariciador, amable.

Una gran avenida en medio de las dunas fue el verdadero punto de partida para iniciar la actividad turística en la década de los ochenta. Allí se implantaron los primeros hoteles y restaurantes. Las dunas de Natal, que rodean toda la ciudad, hacen que la ciudad sea el segundo parque urbano más grande de Brasil.

Las playas de Natal, muchas de ellas, todavía semisalvajes, como la Playa de Pipa y Maracajaú son de una belleza deslumbrante. El que llega hasta ellas se siente dueño de la naturaleza. No en vano, se dice que tiene 43,5 m2 de zona verde por habitante. También según la NASA, Natal después de la Antártida, posee la atmósfera más limpia del mundo. En verdad, que su permanencia allí hace que se sienta una ligereza especial en el cuerpo, como, si de pronto, todas las pesadumbres, tanto físicas como psíquicas desaparecieran. Allí, cuentan, acuden de otros lugares próximos para paliar afecciones respiratorias. Allí apenas hay infartos o cáncer. Allí todo es saludable, todo es naturaleza limpia, todo es paz. También, según los datos del Instituto de Invetigación Económica Aplicada (OPEA),Natal es la capital más segura del país.

Pero Natal también cuenta con importantes monumentos históricos como el Fuerte de los Reyes Magos, la más antigua construcción portuguesa que se encuentra inmersa a la misma orilla del mar, su catedral o el Faro de la "Mae Luiza", con una altura de 37 metros. Su famosa columna romana, que fue donada a la ciudad por Mussolini. Muy importante el Centro de Turismo desde 1976 de finales del siglo XIX que fue orfanato y prisión y lugar donde se atendía a los mendigos.

Son cien kilómetros de paradisíacas playas de fina y arena blanca, junto a incleíbles dunas y palmelares cmo Genipabu, Pintangui o Jacumá entre otros. Un paraíso para perderse.

4 de diciembre de 2009

Bali (Indonesia)











Dicen los propios balineses que su isla es un paraíso. Con sus 145 km. de longitud y 88 de ancho, apenas representa un punto en el inmenso archipiélago indonesio. Sin embargo, cada rincón, cada milímetro de tierra resulta ser lo más fascinante y mágico.

En Denpasar, la capital, se concentra, hacinada y bulliciosa, pero al salir de ella la frondosa vegetación inunda el paisaje, las terrazas de arrozales, los templos, las casas típicas balinesas repletas de altares, para las diferentes ceremonias, para la vida cotidiana, las gentes sonrientes y ceremoniosas, siempre saludando con las manos juntas y respirando una paz que sólo se logra allí.

Llama la atención, sobre todo, el gran fervor a su religión hindú, el Agama, única en el mundo. Una alianza de antiguo hinduísmo, culto a sus antepasados y animismo primitivo. En cada lugar, en cada rincón por inveresómil que parezca hay un pequeño templo donde las mujeres depositan tres veces al día humildes ofrendes de un colorido exultante.

Acicalados primorosamente, los balineses van en procesión hasta el templo de su comunidad. Guiados por los sacerdotes y al son de la gamelan (la orquesta), avanzan por los caminos para depositar sus cestas llenas de flores, frutas y figuritas de arroz. La religión es sinónimo de felicidad y por eso, tanto los nacimientos, como la pubertad, los matrimonios y las cremaciones (la ceremonia más importante) se convierten en jubilosas fiestas.

Los balineses están orgullosos de su arte, de su capacidad artística, de la belleza de sus bailarinas, exquisitas en movimientos, gráciles como juncos cuando bailan. Están satisfechos de sus pintores, de sus escultores y dan gracias cada día de disfrutar el paraíso soñado.

Ellos no puede viajar, ni conocer otros mundos como los europeos, pero no lo necesitan porque "lo tenemos todo aquí" decía nuestro guía. "Tenemos todo lo que necesitamos"

El arte lo sienten como una necesidad para liberar sus pensamientos. Su máxima es el bienestar personal espiritual porque "si yo estoy bien, todos a mi alrededor lo están también".

En Bali hay más de 10.000 templos. Citarlos sería imposible, pero si hay alguno que merece la pena es el de Tanah Lot, del siglo XVI, al oeste de la isla. Está enclavado a orilla del mar, cuando sube la marea queda completamente aislado. Es el lugar donde se disfurta de una de las puestas de sol más asombrosa.

Pero este paraiso no se ha librado de invasiones. Los primeros colonizadores fueron los malasios. Hoy, sus habitantes, celebran con júbilo su última invasión. 850.000 turistas al año, número que crece sin parar. Sin embargo los balineses no cambian sus costumbres, ni su vida, ni su fe, ni lo más importante, su enorme amor a la familia y a la Humanidad.

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2 de diciembre de 2009

Yogyakarta (Indonesia)

















En el mismo centro de la isla de Java, se encuentra Yogyakarta, muy próxima al mar.
Lo que, en un principio, llama la atención al viajero son sus motocicletas. Circulan a millares por calles y carreteras. Las ocupan dos, tres y hasta cuatro personas. A veces van niños muy pequeños entre el padre y la madre y otro más mayor, atrás, aunque más de tres personas no está permitido. Los mayores llevan casco protector. Dicen que apenas hay accidentes porque circulan relativamente despacio, aunque si ocurre, las consecuencias son siempre mortales.

En esta ciudad uno se hace, con rapidez, una idea de lo que es la vida de los javaneses y de su cultura. Respetan sus tradiciones y sus normas y nadie osa traicionarlas. La gente es abierta y simpática, entablan rápidamente conversación con los extranjeros si éstos se dirigen a ellos. En su mayoría son musulmanes y la ciudad cuenta con un gran número de mezquitas.

Contrastan los callejones estrechos con las grandes avenidas donde emergen enormes rascacielos que dan un aire de modernidad. Las tiendas de artesanía y de frutas tropicales se pueden encontrar en cualquier esquina, por cualquier carretera. Los coches, algunos de último modelo contrastan con el coche de caballos o la bicicleta.

En las afueras de la ciudad, el gran templo de Prambanan, del siglo IX, dedicado a la trinidad hindú: Shiva, Vishnu y Brama. De una belleza, casi irreal, emerge en el paisaje ante los atónitos ojos del viajero. Siempre es visitado por cientos de turistas y por los fieles javaneses que viven su religión con gran intensidad.

El templo de Borobudur, Patrimonio de la Humanidad, es el monumento budista más grande del mundo y está considerado como la octava maravilla del mundo.

La música y su sonido monocorde acompaña al viajero en sus visitas a los lugares sagrados.