“Uno de los primeros monasterios
cistercienses edificados en la Península Ibérica.”
Historia
Fue a finales del
siglo XI cuando la orden de los cluniacenses estaba en franca decadencia. Por
ello, un abad francés llamado Roberto de
Molesmes decide fundar una nueva orden monástica católica reformada de la que,
posteriormente, surgiría el Cister cuya filosofía era llevar una vida más
austera que huyera de la suntuosidad, siempre decadente, para dedicarse a la
oración y al trabajo.
Muy pronto, ese
estilo de vida va calando en toda Europa contribuyendo a ello San Bernardo de
Claraval. En España, en pleno fragor de expansión monástica, ya a mediados del
siglo XII, se inicia la construcción de un monasterio por mediación de Ponce de
Cabrera, que mandado por el Rey Alfonso VII, dona la villa de Moreruela a unos
monjes los que, inmediatamente, se verían atraídos por las ideas de San Roberto
y San Bernardo por lo que colgaron los hábitos
cluniacenses negros por los blancos de la orden del Cister, cambiando
también la advocación de Santiago por la de María. Así se constituye el
Monasterio de Santa María de Moreruela.
A partir de ese
momento, la orden va ganando adeptos y recibe donaciones, ingresos económicos
de reyes, nobles e incluso de campesinos, lo cual permitió realizar las
sucesivas obras que se irían construyendo a lo largo de los siglos.
La iglesia y el
claustro datan del siglo XII pero el monasterio tal y como era, fue remodelado
en el siglo XVII. La decoración del edificio es escasa aunque se nota la
transición del románico al gótico en algunos adornos florales y en la bóveda de
crucería.
La
vida de sus moradores
Los monjes blancos, así se les llamaba, acogían a los
peregrinos que recorrían la Vía de la Plata en busca del Camino de Santiago,
dándoles alivio, cobijo y descanso.
Entre los siglos XVI y XVII se levantó la Hospedería
del Monasterio que además contaba con un hospital. Junto a la Hospedería se
levantó un claustro al que se accedía por varias puertas. En una de ellas, en
la puerta norte, se pueden ver algunas conchas evocadoras del Camino de
Santiago.
Lo más espectacular, pese a todo lo imaginado, es la
Iglesia y la Sala Capitular, los espacios donde se desarrollaban las
actividades más importantes de los monjes. La Iglesia era el lugar de mayor
importancia ya que a ella acudían los monjes, siete veces al día, para rezar. Aunque la iglesia tenía un marcado
estilo románico tiene algún adorno del nuevo estilo que iba imperando, el gótico.
La cabecera del templo es la parte más antigua del monasterio, del siglo XII.
La capilla mayor se sustenta por ocho columnas muy esbeltas. El ábside es
semicircular de donde parten seis absidiolos y en cada uno de ellos existía un
altar. No sobraba ninguno de ellos pues eran muchos los benefactores de la
orden fallecidos por lo que todos los días se decían misas y la orden no
permitía celebrar más de dos en el mismo altar.
Las bóvedas son de estilo gótico, con ojivas y
algunos capiteles e imostolas estaban decorados con motivos vegetales.
Desde el exterior se divisa una extraordinaria vista
de la cabecera, apreciándose con detalle la armoniosa superposición de niveles
de los distintos motivos ornamentales entre los que llaman la atención los
pequeños símbolos y marcas que iban dejando los canteros a medida que
trabajaban la piedra. Era la forma de imprimir su firma, dejar su impronta.
Para bajar a la iglesia los monjes bajaban por una
escalera que se comunicaba con sus aposentos. Frente a la escalera se hallaba
la sacristía y frente a ésta la puerta que conducía al cementerio. En el lado
opuesto a la cabecera se encontraba la puerta del pueblo que daba a una torre
semicircular y a la puerta de conversos, por donde se accedía para realizar sus
tareas. Era el ala de conversos. Éstos iban atraídos, bien por vocación o bien
por un plato de comida y techo y realizaban las tareas más mundanas como la
atención del ganado y de la granja. Se cree que había una reja en la mitad de
la nave central que dividía, para
separarlos, a los monjes del pueblo.
Desde la iglesia se pasa a la sala capitular y al
claustro. Estas dos estancias se encontraban orientados al norte por eso era la
parte más fría del monasterio. En verano los monjes se paseaban por allí
mientras rezaban sus oraciones o se sentaban en los bancos distribuidos por el
recinto.
Era costumbre que se leyera en presencia del Abad,
diariamente, los capítulos de la Regla, se discutían cuestiones referidas al
monasterio o se hacían confesiones públicas. Todo ello era seguido con mucho
respeto, a través de las ventanas, por
los conversos.
Sólo podían ser enterrados en el monasterio los
abades y algún benefactor de la orden. Ello suponía todo un privilegio.
Destacaba el sistema de canalización que circulaba
por todo el monasterio que vertía a un desagüe subterráneo parecido al que
utilizaban en ciudades tan importantes como Dubrovnik en Croacia o La Valetta
en Malta.
Había otras muchas dependencias, una de las más
importantes era el locutorio donde el prior repartía cada día las tareas que
cada monje debía realizar. Había también una estancia pequeña donde, se supone,
se recluía a los monjes indisciplinados.
En otra sala había un pasaje por donde se accedía a la huerta y allí era donde se
limpiaba y engrasaba el calzado y también se cortaba el pelo. De este recinto
se partía a la bodega, muy alargada, para que cupiera el lagar donde se hacían
deliciosos vinos. Hay que decir que los monjes eran autosuficientes. No tenían
necesidad de comprar nada.
La visita al monasterio se termina en el ala de los
novicios, la cual pertenece al siglo XVII. Aquí pasaban gran parte del día los
novicios, los que pretendían entrar en la orden.
En 1931, el Monasterio de Moreruela es declarado
Monumento Nacional.
El monasterio de Moreruela, situado cerca de la Vía romana de la Plata, se encuentra cerca del río Esla, en la finca de la Guadaña, enclavada en el término municipal de la Granja de Moreruela en la provincia de Zamora (Castilla y León, España).
Los límites naturales de la zona son: al Norte, Breto y Riego del Camino; al Sur las Lagunas de Villafafila y al Oeste el río Esla. La comarca limita con el Valle de Vidriales y la Corona de Manganeses de la Polvorosa, zonas de abundantes vestigios asturianos, visigodos y tardorromanos. Al Noroeste, Sanabria, con el monasterio de San Martín de Castañeda. No lejos del monasterio, a unos seis kilómetros, se encuentran las ruinas medievales del castillo de Castrotorafe.
El valle dónde se encuentra ubicado el monasterio es fértil con gran abundancia de agua, al estar próximo al río Esla, y los terrenos que lo circundaban en otro tiempo eran pantanosos.
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