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Mostrando entradas con la etiqueta Zamora. Mostrar todas las entradas
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14 de agosto de 2007

Ricobayo de Alba - Zamora











Se quejan en los pueblos de España de que sus Ayuntamientos se gastan el dinero en toros y en costilladas o sardinadas.

Ignoro si tal queja tiene fundamento, pero lo cierto es que estas celebraciones multitudinarias sirven de nexo para el encuentro amable entre los hijos de la diáspora.

Con la espalda, todavía trémula, acariciada por la tierra del pueblo de mi madre, con los ojos como ascuas tras haber vuelto a contemplar la noche más nítida y las estrellas más rutilantes, regreso a casa con la emoción en la piel y los sentidos alboratados.

Nada como la tierra de uno, el lugar de antaño y el agua bautismal de los primeros baños. Todo es igual y todo ha cambiado. El embalse, manso, de arisca orilla, el pueblo aledaño, el de mi madre, es hoy un vergel entre rocas, un jardín de rosas y adelfas y un ágora libre y solidario donde cada cual compone su discurso. La familia, los amigos, los forasteros llegados desde los vecinos pueblos, se comunican y bailan al son de ritmos donde se mezca el flamenco con ritmos caribeños. Todo tiene cabida en estos días. Todo puede hacese en un día, en el mismo sitio. Nadar a placer, navegar en frágil barquita, agitar los brazos y decirle adiós al viento.

Hoy, apenas hace unos momentos, he dejado a mi madre, más joven que yo, vital y bella, al abrigo de su frondoso jardín, en nuestra casa de piedra. Hoy he saboreado, como cada año, -ya es tradición- pitanza y vino mientras mi espalda se adosaba al cesped húmedo y mis ojos brillaban mucho más que las estrellas que me miraban allá en lo alto.

5 de junio de 2007

Romería de los "Viriatos" o "Pendones" - Fariza


















Entre oloroso tomillo, jaras engalanadas de encaje y flor gualda de escoba, se celebra cada primer domingo de junio la romería de los Pendones en Fariza. Una espectacular marcha humana caminando al unísono hasta la ermita, desde donde se divisa el embarrancado Duero, viene a corroborar que al hombre le fascinan las manifestaciones populares, donde se mezclan la fe, el folclore y el deseo constante de perpetuarse en el tiempo.

Los viriatos o pendones son blancos, impecablemente blancos, de siete metros de altura que cada una de las localidades que rodean a Fariza, incluida Arganín, llevan ese día hasta la ermita de la Virgen del Castillo, en Fariza de Sayago.

Del ástil de madera, rematado en un bola vegetal de 'carrasquero' parten tres vientos que sujetan otros tres hombres –cordeleros– para ayudar al cuarto, que carga con todo el peso de Viriato, apoyado en el ancho cinturón de cuero.

Las gaitas, las salves a la vírgen, la alegría del pueblo y la fuerza que imprime esta tierra sayaguesa, fueron los protagonistas de esta fiesta bellísima y antropológica, una más, de las que se celebran en la provincia de Zamora.

8 de abril de 2007

Viernes Santo en Bercianos de Aliste - Zamora
















Las campanas de la Cristiandad han cantado la Resurrección del Señor y todavía, en Bercianos de Aliste, resuenan estremecidas las voces femeninas que en la tarde de Viernes Santo velaban a Jesús Yacente.

No es fácil olvidar lo que se vive esa tarde en esta localidad alistana donde parece se haya detenido el tiempo. Allí, la ceremonia del Descendimiento o del Desclavamiento sigue con la misma liturgia y parafernalia desde hace más de setecientos años, tal vez más. Allí, los cofrades siguen vistiendo con la misma mortaja, impecablemente blanca, que llevarán el día de su muerte. Blanco riguroso de pies a cabeza. Un blanco que cobra tintes fantasmagóricos bajo un cielo encapotado, en ocasiones rabiosamente azul.

Junto a la iglesia, bellamente engalanada en su interior, dispuestos en fila: el Crucificado al que desclavarán, primero un brazo, después el otro, el cuerpo ... y en el centro su madre, la Virgen, una imagen patética, ruda, tosca, cuya belleza se le supone, tan íntimamente la esconde. Sus lágrimas han cobrado fuerza en el rostro y se muestran como extrañas protuberancias de libre denominación. Y en último término el catafalco o urna, de madera y cristal. Tres elementos en medio del paisaje primaveral, tres elementos a los que se dirigen todas las miradas. Nadie va a perderse el ceremonial.

Y se oirá la voz del predicador subido en un estrado: "Quítese el letrero, la corona, los clavos de las manos..." y la imagen es recogida con sumo cuidado por los cofrades de la Santa Cruz que colocan el cuerpo de Cristo cubierto en el féretro transparente.

El cortejo, al completo, inicia la marcha hacia el calvario de piedra, donde los cofrades dan tres vueltas a las tres cruces de piedra para ganar la "indulgencia", rezan cinco padrenuestros a las cinco llagas del Señor para retornar, después, al templo.

Todo se ha consumado. La fe mueve montañas, la fe de los creyentes inamovible, y las conciencias de los que, atraídos por el espectáculo se acercan al lugar con la indiferencia del excepticismo, no sabrán qué decir ni qué pensar. Sentirán, simplemente.

8 de febrero de 2007

Calle de los Herreros - Zamora








Hoy no tocaba, ni mucho menos, que yo pusiera estas imágenes. Juro que nada más lejos de mi intención, últimamente tendente hacia la languidez del horizonte amplio y sereno, como gustaba a Machado, avistando la amplia paramera y meseta castellana. Pero hoy, después de varios días de asueto bloguístico y andar por el amplio mundo de Fitur (traeré imágenes más adelante) me encuentro con que este artilugio ha cambiado las cosas y me las veo y me las deseo para entenderme con el sistema. De hecho, sin querer, he borrado yo misma varios de mis posts y ahora no tengo ni reapajolera idea de cómo recuperarlos. Tendré que recurrir a mi amigo lisboeta Carlos Sousa para que me ayude.

El caso es que probaba y probaba y puse esas fotos de una calle zamorana muy pintoresca: "Calle de los Herreros". Una especie de antro nocturno de juventud donde los fines de semana se muestra abarrotada de chusma provocadora empuñando su copa, sea verano o invierno, haga 30 grados sobre cero, como 5 bajo cero. Da igual. De cada local sale una música tan estridente que se hace imposible oír al de al lado. Allí no se va a dialogar, se va simplemente a beber. Porque sí, porque hay que emborracharse para desinhibirse y ligar con el que cuadra o la que cuadra. Pero la calle es pintoresca, bellísima, con reminisciencias árabes, judías, antiguas, que invitan a soñar y a pasear a esas horas donde el silencio es casi evangélico y los sonidos de vecindad gozosa.

La noche hace a la calle provocadora, como lo son los letreros de los bares como las muestras que os dejo. Casi todos ellos están escritos con faltas de ortografía, para eso, para cabrear al erudito y divertir al vulgo chabacano.

En fin. Después de ver las fotos he decidido dejarlas porque lo merecen y porque, hasta con un poco de imaginación se huelen las fritangas y los guisos típicos donde se pueden degustar, desde unas ancas de rana hasta una crestas de pollo con pimentón.

Hoy estoy siendo discursiva, mucho más de lo que acostumbro. Pero, pensándolo bien, puede que vuelva a retomar la costumbre. Sana por demás y de "natura" . Pero he ido abandonándola y me descubro sintetizada como la abreviatura.

No sé, no sé. Esta calle de los Herreros, ahora tan silenciosa y vacía, me hace reflexionar.

A ver si consigo arreglar los desaguisados.