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24 de enero de 2007







Es verdad que el mar no está cerca
que la gran urbe cae algo lejos
que la civilización puede precisarse.

Es verdad. Gran verdad.

Pero este paisaje:
esotérico
dramático
sobrecogedor...

es tránsito perenne, mutación de la piel
transmutación del espíritu que vuela aquí y allá...
que cruza el horizonte.

Qué otro paisaje podría darme más?

Y la luna, cuando aparezca, será toda entera para ese toro enamorado.

14 de enero de 2007







¿Alguien dijo que, en invierno, es mejor un cuento triste?

No. Si el invierno te habla y el paisaje te tienta.

Hoy me ha hablado el paisaje de mi infancia, ahora cubierto de musgo y rigor térmico. Hoy, las conversaciones han sido más largas mientras el fuego de la lumbre pugnaba por su libertad.

Creo que fue Simone de Beauvoir la que dijo que cuando descubrió Paris (ella nació en Paris) lo que más la deslumbró fue su propia libertad.

Yo, hoy también, me he sentido un poquito más libre. Me siento así siempre que me aproximo a estos paisajes. En cualquier época del año: En verano y en invierno, en primavera y en otoño. La libertad es algo intrínseco, algo endógeno que nace con uno mismo, sin que nadie interfiera. Incluso aún cuando nos sintamos abandonados o ignorados.

La libertad es poderosa y egoísta incluso. Porque desdramatiza el drama, lo descontextualiza y evade. Porque lo dramático no es que te ignoren, sino que no te importe.

Eso también es libertad.

10 de enero de 2007







Se dice que el paisaje condiciona el caracter. Y mi paisaje, aún siendo de tierra adentro está inmerso en el agua: agua del Duero, agua del Esla, agua del Valderaduey...Agua, agua agua.

No pasa un sólo día sin que me acerque a alguno de estos ríos para verlos discurrir, para ver sus aguas: unas veces crecidas, otras menguadas, otras en alocado discurrir, arrastrando a su paso troncos de árboles, maleza, algún ave o pez muerto, bolsas de plástico...

Todo se va acumulando en quiebros y recodos. Como se acumulan los recuerdos en la memoria. Memoria sinuosa y selectiva que nos sirve y doblega al mismo tiempo.

A propósito. Ahora me viene a la memoria un comentario que me dejó hace unos días una desconocida. Me decía que le encantaban mis locuras (se refería a lo que escribo) y que siguiera con ellas. Confieso que nunca pensé que de mis textos se dedujera una posible falta de cordura. O para ser más exactos, que parecieran ser escritos por una loca.

El comentario, sin haberle prestado demasiada atención, me ronda y, como el agua discurrente por el caude del río, boga parsimonioso por mi cerebro y me va dejando subliminales mensajes.

En fin. Voy a investigar si el paisaje que me rodea puede intervenir en "estas locuras" mías o, si por el contrario, la cosa es de nacencia.

6 de enero de 2007





Cuando salgas de tu silencio, ya atardecido,
-debe estar desnuda tu piel-
sube al árbol más enorme
que en tu camino encuentres
junto a la brisa. Debe ser noche
vencida. Cobíjate entre las hojas,
entre fantasmas y luciérnagas.

Y aguarda.


Y cuando despierte el alba,
háblale al árbol y roza tu espalda
sobre su rugosa corteza.
Tal vez comprenderás.

3 de enero de 2007






El agua besa la tierra
y se nos muestra trémuila.
Abraza al paisaje
y lo enerva.

Así la palabra al hombre.
Así el gesto.

1 de enero de 2007





Nunca la Naturaleza roba al hombre.

Que me devuelvan la luz
que me devuelvan el eco de la infancia
que me devuelvan los gritos.

Clarea el nuevo año
y el viento huele a miel
y vivo su armonía.

Que me devuelvan la luz
para emprender el vuelo
que me devuelvan los gritos.

Los gritos de la infancia.