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25 de mayo de 2010

PALACIO DO FREIXO (Oporto)
















El Palacio do Freixo fue construido en 1742 por encargo del Caballero de la Orden de Malta, Vicente Távora Noronha, siendo habitado por sus descendientes hasta el año 1850 cuando fue vendido a Antonio Afonso Velado, Primer Vizconde do Freixo.
El edificio, uno de los monumentos más notables del barroco portugués, fue diseñado por el arquitecto italiano Nicolau Nasoni, quién, pese al declive y dificultades del terreno consiguió una escenografía perfecta junto al río Douro y el propio paisaje del entorno, al otro, donde se ubican los hermosos jardines en terrazas que hoy se pueden contemplar.
El Palacio do Freixo, de planta cuadrangular, cuenta con cuatro torreones en cada ángulo, cubiertos por tejados piramidales. Sus muros son ondulantes y las escalinatas interiores y exteriores complementan la decoración del edificio. Destacan por su originalidad las cuatro fachadas, todas diferentes. Cada una de ellas se adorna con motivos florales, escudos de armas y medallones, confiriendo, en su conjunto, un estilo romántico y decadente. El arquitecto se inspiró en la propia escultura típica del barroco italiano donde abundan elementos acuáticos como algas, peces, líquenes, etc.
Como cualquier edificio notable, el Palacio do Freixo también sufrió modificaciones a lo largo de su historia. Precisamente, el Vizconde do Freixo hizo varias intervenciones, lo que vino a transformar su aspecto. La más importante fue la que convirtió al edificio en fábrica de harinas, de la que todavía se conserva una esbelta chimenea de ladrillo rojo junto a la piscina y terrazas exteriores del Palacio. La esbelta chimenea está perfectament integrada en el conjunto general del edificio. Recuerda a la que conserva el hotel NH Palacio del Duero de Zamora, otro establecimiento hotelero bañado por el mismo río que une a ambas ciudades.

En 1910, fue declarado Monumento Nacional y en 1986 pasó a ser propiedad de la Cámara Municipal de Oporto que consiguió para el Grupo Pestana transformarlo en la confortable y sobria Pousada do Porto.

En la actualidad, El Palacio do Freixo, es uno de los establecimientos hoteleros más importantes de la ciudad. Está situado en la margen derecha del Douro, desde donde se divisan, del otro lado, una playa fluvial rodeada de gran vegetación, algunos de sus puentes y las magníficas vistas de Porto con sus típicos tejados rojos y sus nobles edificios.

Porto, ciudad marítima y fluvial. Un lujo.

12 de mayo de 2010

Procesión en la isla griega de Amorgós

















Desde Lagada, a pie nos dirigimos a la ermita de Nuestra Señora de Panochoriani. Allí, tras la ceremonia por el rito ortodoxo, hemos tomado el pan especial que ofrecen los feligreses a los visitantes.

La primavera esplendorosa en el mes de abril, donde las margaritas y las amapolas compiten con más de 600 plantas aromáticas. Se emborrachan los sentidos mientras el caminar se regocija entre senderos y vericuetos.

Se camina en procesión con el santo icono de Chozoviotissa, que es llevado por los jóvenes de la aldea mientras los más pequeños portan reliquias y estandartes. Las banderas ondean a merced de la brisa. Los sacerdotes ortodoxos cantan con fervor y son seguidos por las sencillas gentes: mujeres, hombres, jóvenes, niños. Nosotros, sorprendidos y regocijados por ese testimonio de fe.

Más tarde, comida campestre en la taberna de Nikos. Los bailes, las canciones, la primavera en los ojos y en el alma.

18 de abril de 2010

En la Acrópolis


El día se va en Atenas.


La colina de la Acrópolis. Siempre en obras.


Ruinas del Teatro Herodes Aticus.


Esbeltas columnas coronan la entrada al recinto de la Acrópolis.



Estás ubicadas en la Acrópolis de Atenas.
Las Cariátides, esculturas con forma de mujer que sostienen el entablamento.
Fueron unas esclavas de Carias, las que "posaron" para realizar las esculturas. Lo que vemos son copias. Las originales están, cinco de ellas en el museo de la Acrópolis, la sexta en el Museo Británico.





El Partenon, bellísimo y espiritual, pese a los andamios que no acaban de desaparecer. El lugar mantiene la magia y el recogimiento que el arquitecto Ictino quiso para honrar a la Diosa Atenea.



16 de abril de 2010

En torno a la Acrópolis de Atenas















Caía la tarde y el tiempo se echaba encima mientras nos encaminábamos hacia la colina de la Acrópolis. Cualquier camino hace llegar al templo de la Diosa Atenea y nuestros pies nos llevaron por el más recto. Tras dejar una de las calles, ya en pendiente, las callejuelas se fueron estrechando, zizagueando a izquierda y a derecha, sin orden sin medida. Las paredes blanquísimas hacían destacar los exultantes geranios, las plantas incustradas en sencillos maceteros. El silencio absoluto dejaba oir nuestros pasos sobre el suelo de barro o de piedra caliza, resbaladiza por el uso. Los gatos tomaban el tibio sol de la tarde. Algunos se enroscaban en nuestros pies.

Imposible perderse porque, a cada paso, un sencillo rótulo indicaba: "Acrópolis".
Al fin salimos de la abigarrada primera ciudad helena. El Partenon allá en lo alto. Cerrada las verjas. Volveríamos al día siguiente por la mañana. Mientras tanto, el ocaso dejaba ver la ciudad de Atenas en medio de la bruma. La colina del Likabeto al otro lado, vigilante permanente del templo más famoso del mundo, el Partenon.

Sobre la caliza roca, algunos turistas, como nosotros, hacían fotos a las columnas del templo donde se sitúan las Cariátides, esas beldades de la ciudad de Carias, que posaron para el artista que creó las bellísimas columnas que los británicos "atesoran" en su museo. En Atenas se conforman con las copias. Nosotros también.

"Cuántos arroyos de lágrimas eché abandonándote. Cómo suspiraba extendiendo las manos hacia tu Acrópolis, rogando a Atenea que salvara a su siervo para que no te abandonara"
Juliano, Emperador bizantino


Y regresamos a la ciudad de Atenas en vertiginoso descenso. Las calles atestadas de gente triste, de tenderetes, de vendedores intentando sobrevivir en medio de la difícil situación que atraviesan.

No es difícil sustraerse a la gran emoción que produce esta ciudad.