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22 de agosto de 2006


Nacemos y crecemos y aspiramos a crecer más y más
saber y conocer, descubrir, desentrañar misterios inescrutables.

Y, de pronto, hallamos esa similitud y nos atrapamos en ella.
Se detiene el ritmo de la respiración. Oh, milagro. Ahí, en el fondo marino, ahí, mi ser en una coracola. Me reconozco y me complazco en ello.

Ahí el epicentro. La vida misma. El silencio de las cosas.

4 comentarios:

Topacio dijo...

Precioso, amiga. A este poema tuyo le doy mi particular interpretación y todo me encaja perfectamente.

No sabía que tenías este otro blog. Como de costumbre es un placer leerte sea donde sea.

Besos.

David Morán dijo...

Uno de los mayores descubrimientos que podemos hacer es descubrirnos a nosotros mismos.

Saludos, como siempre, interesantes escritos.

Choninha dijo...

Vou levar este texto comigo para oser.blogspot.com

Saudades de ler-te. Cada vez melhor. Tu. Amiga.

Beijo enorme

Zénite dijo...

Ou não fosse uma espiral a forma titânica dos braços da Galáxia que nos mantém vivos (e nos embala carinhosamente depois de mortos). Falo da espiralada e gigantesca Via Láctea, que alberga o nosso minúsculo sistema solar. Tão minúsculo, que representa somente uns bilionésimos da massa da gigante Galáxia.

Somos assim, tal como o silente caracol marinho ou terrestre, o lugar geométrico do sideral silêncio.