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29 de julio de 2010

Bucarest, crecimiento y religiosidad















El origen de Bucarest está vinculado a la construcción del palacio Curtea Veche, allá por 1459, cuando el príncipe valaco Vlad Tepes y su corte, convirtieron el lugar en residencia de verano y poco a poco iría desarrollándose un importante mercado de esclavos que supuso un fuerte impulso económico para la zona, lo que sería motivo del traslado de muchos rumanos haciendo que la ciudad se expandiera rápidamente.

Fue tanto su desarrollo arquitectónico que a Bucarest se la conocía como “el pequeño Paris”. En la actualidad, muchos de los edificios de la ciudad recuerdan a los de la ciudad francesa, con tejados de pizarras y sus típicas buhardillas, que contrastan con otros edificios que, durante el mandato del comunista Ceausescu, hizo construir y que todavía pueden verse por la ciudad.

Deambular por las calles de Bucarest, por su centro neurálgico, permite conocer y comprender su cultura y su nueva forma de vida. Las calles bullen llenando restaurantes y cafeterías y todo resulta tan familiar que el ambiente nos recuerda a cualquier pueblo o ciudad española. Los propios rumanos nos dicen que, antes, la gente no salía a la calle, no disfrutaban de la convivencia como lo hacen ahora. La que fuera una ciudad llena de vida cultural y social, de importantes movimientos artísticos y ambiente cosmopolita se vio interrumpida por algo tan cruel como la Segunda Guerra Mundial. Todavía se pueden ver, muchos de los emblemáticos edificios con serios deterioros, a falta de reparación, como sorprende el cableado de los tendidos eléctricos, enmarañados unos sobre otros que aparecen en cualquier lugar, bien en la propia calzada o suspendidos en el aire. Ellos dicen que están acostumbrados y que no pasa nada.

Bucarest, en la actualidad, es una ciudad emergente que mantiene un espíritu cosmopolita donde el arte y la cultura forman parte de la vida cotidiana en la que sus ciudadanos disfrutan y participan de la misma. Son numerosos los conciertos que se celebran a diario en el Ateneo Romano un bellísimo edificio dedicado a George Enes cu, donde la Orquesta Sinfónica de Bucarest deleita al entusiasta público. Como son frecuentes los conciertos al aire libre en las más importantes plazas del centro neurálgico la ciudad, gratuitos, para que todos puedan disfrutar de la música.

Otro de los aspectos que sorprenden al foráneo es la religiosidad y el fervor de los rumanos que visitan sus numerosas iglesias a diario y no solamente la gente mayor sino los jóvenes, chicos y chicas se acercan a los preciosos iconos para orar una y otra vez, santiguándose con reverencia.

Bucarest es una de las ciudades con mayor número de iglesias por habitantes del mundo. Más iglesias que en Moscú, que tiene cuatro veces menos población.
De gran importancia, La Patriarquilla, la iglesia Stavropoleos, junto al Museo de Historia, la iglesia Kretzulescu, en la Plaza de la Revolución, la Iglesia Rusa, mandada construir por el zar Nicolás II, la Iglesia Italiana o la Iglesia Armenia, entro otras muchas que se distribuyen por toda la ciudad, siempre acompañadas de devotos y de serviciales mujeres que se esmeran en limpiar de cera los lugares destinados para las delgadísimas velas que van depositando los fieles. También, a la entrada de las iglesias suele haber, en pequeñas cajitas, montoncitos de papeles blancos donde se pueden escribir los nombres de los familiares para que el párroco pueda rezar por ellos. Una manifestación de fe popular que conmueve, como conmueven también, esas mujeres de etnia gitana que, sentadas con sus niños en las puertas de los templos, piden limosna.

En Bucarest destacan importantes edificios como el Palacio del Parlamento, el segundo edificio más grande del mundo, el Ateneo, donde toca la filarmónica George Enescu, la Ópera, el Círculo Militar Nacional, de estilo neoclásico francés o el Arco de Triunfo, así como los numerosos museos entre los que destacan el Museo del Pueblo, una ciudad etnográfica en medio de una gran vegetación donde se recrean antiguas costumbres de Rumanía, el museo Targoviste, Golesti, Sibiu, Museo Nacional, Museo Brukental, uno de los más importantes del país, entre otros muchos.

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