Cuando
España y Portugal pusieron en marcha, hace más de 70 años, los proyectos de construcción de seis centrales
hidroeléctricas: tres españolas y tres portuguesas en el tramo Castro (España)-Miranda
de Douro (Portugal), tal vez, sus mandatarios, Franco y Salazar, no fueron
conscientes del desastre ecológico e impacto ambiental que tal proyecto
causaría a un paraje único en el mundo como es la zona conocida como los
ARRIBES DEL DUERO, o EL CAÑÓN DEL DUERO... Tal vez, repito, las intenciones de
estos dos jefes de estado, para aquél agreste paraje, no fueron otras que las
de generar riqueza para lugares tan
desconocidos, apartados, deprimidos y olvidados del mundo, pero la realidad fue
otra bien distinta, pues si bien estas construcciones generaron gran riqueza,
sin embargo, poco ha redundado en la zona ya que la energía que se produjo
durante tantos años fue a parar al País
Vasco, Cataluña o Francia.
Fue
una pena que el gran desarrollo industrial que trajo consigo para España, la
construcción de faraónicas obras civiles, se tradujera en un daño irreparable contra el entorno natural para esta zona del
noroeste peninsular y que hoy podríamos calificar de auténticos crímenes contra
la naturaleza.
Entiendo,
que, Franco y Salazar no se percatarían, cuando se fraguaba el proyecto, de que
el Duero ya no sería el mismo Duero y que el paisaje sería otro
Pero
ya nos encontramos en pleno siglo XXI, y
como no se puede dar marcha atrás, vamos a exponer lo que ocurrió de
extraordinario en este lugar, cuyo artífice no es otro que el Padre Duero:
La acción
del Duero
Este
lugar fronterizo conocido por los Arribes del Duero, constituye uno de los
fenómenos geológicos más singulares del Planeta. El río Duero, tras abandonar la
meseta y cruzar las últimas tierras zamoranas, llega a la frontera portuguesa
chocando frontalmente con el macizo Hespérico que le obliga a realizar un giro
en dirección suroeste dada la dureza del afloramiento batolítico que se resiste
a sus poderosas y enfurecidas aguas. Y en este desplazamiento, al que se ve
obligado el río, es lo que va a forjar tan singular fenómeno.
Al
no poder perforar el macizo Hespérico, inteligentemente, el Duero, tal vez
hechizado por la magia y magnetismo que irradia el macizo, se adosa
estrechamente al mismo, va tanteando sus bordes hasta conseguir encontrar un
punto más vulnerable a la altura de Mogadouro (Portugal) que le permita
continuar su acción erosiva. Allí concentra toda su energía hasta horadar un
paso que le permite atravesarlo para recobrar su tradicional recorrido en
dirección y pendiente: “Dirección Este.Oeste y discurrir mesetario”
Es
en estos cien kilómetros de recorrido fronterizo adosado a la roca granítica,
donde el Duero, a lo largo de, aproximadamente, trescientos cincuenta millones
de años forja el cañón conocido como los Arribes
del Duero.
Y
así se nos presenta en la actualidad, majestuoso e imponente, entre acantilados
de más de doscientos metros de altura, por donde el águila real, la cigüeña
negra, el buitre leonado o el halcón
peregrino, planean silencios extendiendo sus alas, ojo avizor, prestos a
alcanzar alguna presa.
Si
bien, las centrales hidroeléctricas restaron agresividad al imperioso río
Duero, hay que reconocer que gracias a ello, podemos adentrarnos hasta sus
mismas entrañas para saciar la sed de aventura, curiosidad e imaginación que
cualquiera pueda generar dentro de sí.
Navegando
silenciosamente sobra las aguas de este cañón en canoa, en piragua, en un barco
acristalado e insonorizado, o en cualquier otro medio, el hombre sentirá
detenerse el ritmo de su corazón, para acallarlo y percibir con nitidez la
propia vida que bulle en su interior. Los ojos del hombre guardarán en su
retina el espectáculo que ofrecen algunas de estas especies cuando, después de
un aguacero, sobre los picos más altos de las cortadas pétreas, con las alas
extendidas, secan al sol su magnífico plumaje
Mientras, el arco iris ha hecho su presencia coronando en su totalidad
el espectáculo.
Como
dijera Shelling: “Poseemos una revelación más antigua que cualquiera otra: La
Naturaleza”.
Fotografías: ANEL FERNÁNDEZ
Fotografías: ANEL FERNÁNDEZ
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