Corría el
año 1410 cuando el rey Fernando conquistó Antequera, momento en que empezó a
adquirir relevancia, tanta, que Antequera llegó a ser la novena ciudad de
España en extensión. Tal vez, por esta
circunstancia y porque según la tradición oral que corre de boca en boca como
la falsa moneda, Antequera debió ser tan señera e importante que hasta Ronda le
pertenecía. O si no, atiendan a lo que sigue a continuación:
“Yo nací en
Ronda, en la ciudad de Antequera, y en el sagrado bautismo me pusieron
Espinela…”
Esta frase
forma parte de una historia, muy extensa, que mi madre me contó y que a ella se
la contó su abuela y a ésta la suya, hasta llegar a mis oídos siguiendo la
tradición oral de la boca de mi madre. Siempre me llamó la atención que, en
algún punto lejano de la historia, cuando se repartían los territorios, que
estas dos ciudades hubieran tenido lazos de pertenencia, siendo como lo son,
ahora, independientes la una de la otra.
Siempre me
llamó la atención este dato, como digo y sobre todo la historia que se cuenta
sobre la malvada y pérfida Espinela. Lo cierto es que tras mi reciente estancia
en Antequera, no hubo ocasión para conocer este dato y me fui de allí sin
averiguarlo. Espero dedicar a ello el tiempo necesario para otra ocasión..
Hemos
conocido Los Dólmenes y El Torcal, y nos hemos quedado prendados con
la historia de la Peña de los Enamorados. Ahora toca poner los pies en el suelo
y caminar por esta ciudad de Antequera, situada justo en el centro de Andalucía
y a la que se puede llegar en poco tiempo por autovía y por tren de Alta
Velocidad. Antequera tiene las ciudades más importantes de Andalucía, la más
lejana, a poco más de una hora: Málaga a 45 Km. Córdoba a 115, Granada a 100,
Sevilla 160. Esta distancia permite un flujo constante de andaluces que van y
vienen, conviven y se relacionan constantemente.
La primera
impresión que produce esta ciudad es de tranquilidad en sus bien trazadas y
cuidadas calles donde la limpieza es absoluta.
Coincidió con nuestra visita una demostración para estudiantes en la
plaza de toros. Mientras caminábamos, diferentes grupos de escolares iban
apareciendo, por las diferentes calles de la ciudad, en fila, niños y niñas de
la mano de sus maestros en dirección a la plaza. Una mañana radiante de
juventud en las calles que contrastaba con lo desiertas que se nos mostraban
por la tarde, apenas sin viandantes callejeros.
A nuestro paso iban surgiendo fachadas de importantes edificios de
diferentes épocas y estilos, conventos, palacetes e iglesias. Las iglesias en
Antequera son de un gran valor arquitectónico e histórico. Destacan por
ejemplo, la Real Colegiata de Santa María la Mayor, con una bellísima fachada
renacentista, obra de Diego de Siloé y Diego Vergara, donde se congregaron los
mejores poetas de los siglos XVI y XVII en torno a la Cátedra de
Gramática. Otras iglesias renacentistas
son la de San Sebastián, la de San Juan Bautista o la de San Pedro. En todas
ellas se conservan interesantes obras de arte como un baldaquino bellísimo en
la iglesia de San Pedro.
Hay que
destacar también los numerosos conventos como el de Los Capuchinos, Santo
Domingo, San Juan de Dios o San Agustín. Monumentos todos de gran valor
arquitectónico que embellecen la ciudad y que le proporcionan un añadido
interés histórico. Precisamente, el Real
Monasterio de San Zoilo tiene un gran protagonismo al haber sido cedidos sus
terrenos a los franciscanos en 1500 por Real Cédula de los Reyes Católicos. Su
estilo pertenece al gótico tardío. En la actualidad está ubicada la Biblioteca
Municipal.
Además del
arte monumental y religioso, Antequera cuenta con importantes museos como el
Museo de la Ciudad de Antequera donde se exhiben espectaculares obras como el
Efebo en bronce del S I a.d C. Un San Francisco de Asís en madera tallada
policromada, obra de Pedro de Mena. Una Inmaculada de Antonio Van de Pere, en
óleo sobre lienzo y otra pintura bellísima titulada Peña de los Enamorados
donde se ven a los dos jóvenes al borde de la roca a punto de despeñarse. Esta
obra el de 1885. Hay otras muchas maravillas que se pueden admirar en este
museo.
Destaca el
Museo del aceite, formado por tres salas donde se pueden ver diferentes molinos
de diferentes épocas entre otros que van del siglo XVII al XX, todos en
perfecto estado
La Casa
Museo de los Colarte, de principios del siglo XVIII, en cuyo interior
encontramos unas escaleras muy destacables, situadas en el zaguán. Las
esculturas, algunas de ébano, plata o marfil,
y otras obras religiosas de temática costumbrista y mitológica.
Y no
podemos pasar por alto la Semana Santa
antequerana, muy arraigada en la ciudadanía y que posee características muy
singulares que la distinguen de otras ciudades andaluzas, como son el estilo de
los tronos, las figuras del hermanaco y del campanillero de lujo, el amarre de
las almohadillas y la costumbre, que sorprende siempre, a propios y extraños el
“correr la vega” que ha recibido el distintivo como Fiesta de singularidad
turística Provincial. Sin la entrega, el entusiasmo y la capacidad de trabajo
de los miembros de esta cofradía no sería posible conservar estas tradiciones
tan entrañables.
Hay otras
muchas procesiones y celebraciones a lo largo del año con motivo de los santos
patronos: El Señor de la Salud y de las Aguas, Nuestra Señora de los Remedios y
Santa Eufemia.
Y todavía
restan otras celebraciones de carácter agrícola ganadera que se celebran en
Mayo y Agosto.
Para
terminar, se puede decir que la gastronomía de Antequera está a la altura de los
grandes chefs, excelentes cocineros que se esmeran en la elaboración del guisado de patas, gazpachuelo, pío, chivo
a la pastoril o conejo a la cazadora. Son famosos los molletes, un panecillo
delicioso que nadie se va de Antequera sin probarlo y sin llevárselo. Los
dulces complacen al más exigente. Supimos, cómo no, del bienmesabe, del
angelorum o los pestiños. Un placer para el paladar. Y supimos también de la
amabilidad y cariño de sus gentes, de los guías que nos acompañaron y con tanta
profesionalidad nos ilustraron.
Con mucho gusto volveré a Antequera.
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