Powered By Blogger

19 de agosto de 2006



Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía;
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

5 comentarios:

Zénite dijo...

Belo poema, como bela era a sua autora. Será que a Inquisição não o considerou profano?

Já Santa Teresa d’Ávila – descendente de reis – foi mais cuidadosa, salvando assim a honra do convento nos últimos quatro versos, convertendo em sacro o eventualmente profano. :)

Brinco, pois ambas as senhoras foram grandes poetisas e escritoras da Língua Castelhana.

_____


Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída.

Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha
una con su Criador,

ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mi,
y yo soy para mi amado.


Santa Teresa de Ávila (1515-1582)


P.S.: interessantes, as seguintes palavras, que acabo de transcrever da Grande Enciclopédia Portuguesa e Brasileira, pronunciadas pela grande mística e escritora espanhola pouco antes da sua morte:

«Esposo bem-amado, chegou a hora tão desejada, é tempo de nos encontrarmos»

Abraço.

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Zenite. Lo sacro y lo profano caminan de la mano en estrecha comunión de cuerpos y espíritus.

¿Acaso el amor no encuentra en su punto álgido la mística...?
¿Acaso la mística no se confunde con lo profano...?

Analiza, pues, estos versos de la Santa de Ávila.

"
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos
muérame yo luego.

Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines;
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien eso siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
muérame yo luego."

La ausencia: esa irreversible e insoportable ausencia...

Abrazo.

**kadannek** dijo...

Saludos Anatema...Hace mucho que no nos leíamos, agradezco vuestras palabras en mi blog.

Muy lindo soneto este de la dama de la cruz.

Sobre lo sacro y profano que discutíais con Zenite, concuerdo con vuestras palabras, no en el sentido de que "se confundan"..sino, en el sentido en que ambos conceptos son el polo opuesto del otro, el extremo,pero difieren en grado..Es bueno encontrar el punto central de ambos.

Espero nos leamos pronto.

Zénite dijo...

Ainda acerca da ausência que referes, trago aqui um excerto duma carta - que retirei da Net - da portuguesa Soror Mariana de Alcoforado, contemporânea de Soror Juana de la Cruz, dirigida ao capitão Noel Bouton.

Existem dúvidas sobre se as cartas foram escritas por Mariana. O filósofo Jean-Jacques Rousseau chegou mesmo a dizer ser impossível que tais cartas tivessem sido escritas por uma mulher. Será que Rousseau era machista, ele que foi “marxista” 100 anos antes de Karl Marx? :))

Com que então, uma mulher apaixonada não pode gritar de desespero e estampar a sua angústia e desesperança no papel, mesmo que lhe chamem masoquista, apesar de Masoch só aparecer dois séculos depois? Como é possível o entendimento de que tais sentimentos e a arte de os exprimir é apanágio dos homens?

Enfim, o que interessa mesmo é trazer aqui a desesperança na ausência:


Carta Primera

«Considera, amor mío, hasta qué extremo has sido imprevisor. ¡Ah, desdichado te has traicionado
y me has traicionado con engañosas esperanzas! Una pasión sobre la cual habías construido tantos
proyectos placenteros sólo te causa hoy una mortal desesperanza, apenas comparable en crueldad a la ausencia que la provoca. ¿Y qué? ¿Esta ausencia, a la que mi dolor, pese a su ingenio, no logra dar un nombre bastante funesto, me privará para siempre de mirar esos ojos en los que tanto amor veía, y que me daban cuenta de aquellos afanes que me colmaban de dicha, me valían lo que
ninguna otra cosa, y me bastaban? Los míos, ¡ay!, carecen de la única luz que los animaba, sólo les quedan lágrimas. Y no los he destinado a otro uso que al de llorar sin pausa, desde que te supe al fin resuelto a una partida tan insoportable como para hacerme morir en poco tiempo. Y sin
embargo creo sentir algún apego por estas desdichas cuya única causa eres. Te destiné mi vida no
bien te vi, y siento cierto placer en sacrificártela. Mil veces al día envío hacia ti mis suspiros; te
buscan por todas partes, y por toda recompensa a tantas inquietudes sólo me traen una demasiado
sincera advertencia de mi mala fortuna que, cruel, no tolerando que yo me llame a engaño, me dice a cada momento: Cesa, cesa, Mariana infortunada, de consumirte en vano en busca de un amante al que no verás más, que ha cruzado los mares huyendo de ti, que está en Francia rodeado de placeres, que no piensa ni por un momento en tus dolores, y te exime de todos esos arrebatos, que nada te agradece.
(…)

¿Cómo puede ser que los recuerdos de momentos tan dulces se hayan vuelto tan crueles? ¿Es
necesario que, contra su naturaleza, sólo sirvan para tiranizarme el corazón? ¡Ay!, tu última carta lo
redujo a un extraño estado; parecía que en sus afanes hacía esfuerzos para separase de mí e ir a tu
encuentro. Quedé tan agobiada por tantas emociones violentas que permanecí más de tres horas sin
sentido: me resistía a retornar a una vida que debo perder por ti, ya que no la puedo conservar para ti. Al fin, a pesar mío, volví a ver la luz. Me era grato sentirme morir de amor; además prefería no exponerme a ver mi corazón desgarrado por el dolor de tu ausencia.
(…) »


Soror Mariana Alcoforado (1640-1723)

P.S.: Quanto ao sacro e profano, é evidente que caminham de mãos dadas, ou não fossem ambos profundamente humanos. :)

Com um abraço e votos de uma noite tranquila.

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Amigo Zenite. No sería yo mujer si no entendiera todo lo que de apasionado tienen el texto que transcibes de Sor Mariana Alcoforado.

Por un lado está la "autocomplacencia" del amor ya no correspondido, y por otro la certeza del engaño, todavía almibarado con palabras.

Desdichada ella, cuyo amor desairan. Pero más desdichado él al desdeñarlo.

Con respecto a Rousseau, no es de extrañar que creyese a la mujer incapaz de escribir tales cartas, tan reduccionista su mundo era, o lo contemplaba. Allá Rousseau.

Y pese a ser mujer y entendiendo a mis congéneres, ningún hombre merece nuestros sufrimientos.

Lo siento mucho Zenite.
Felices sueños los tuyos. También.