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5 de octubre de 2007

Langkawi - MALAYSIA (2)
























Llegar al aeropuerto de Langkawi es ya un espectáculo. Con un tren eléctrico automático que conecta unas terminales con otras, grandes ventanales, triples alturas y techumbres de formas extrañas que se sostienen por enormes tubos en forma de Y. Y mientras se camina se deja ver la vegetación en todo su furor rodeando el edificio. En su interior compiten el lujo y la comodidad, la limpieza y el orden. Lujosas tiendas donde se muestran las más prestigiosas firmas. El viajero se queda boquiabierto.

El viaje en autobús pronto nos deja en el complejo hotelero y es cuando se toma conciencia de que se ha llegado al paraíso. Allí sólo la naturaleza es protagonista. Al amanercer, la primera noche, me despertó un bellísimo pájaro que se había colado en mi habitación y picoteaba una manzana. El ruido del pico sobre el fruto fue lo que me alertó. Quise fotografiar la escena pero al moverme el pájaro se alejó. El mar, justo al lado, semioculto por la vegetación dejaba oír la suave caricia de las olas sobre la orilla. Miles de pájaros acompañaban el murmullo del agua. Un pequeño surtidor en el estanque de nenúfares surgió de pronto para indicar que comenzaba el día.

La isla de Langkawi se abrió al turismo en los años ochenta, aunque todavía conserva su tradicional cultivo de arroz, la artesanía y pesca. Sin embargo el turismo está pisando fuerte y la implantación de hoteles de lujo dan una idea de que es en este sector donde se basa su principal economía.

Todo es pulcritud y armonía, todo es limpieza y orden. Apenas se fuma y si se fuma ha de ser junto al cenicero destinado al efecto, sin moverse de allí, para que toda la ceniza caiga dento de él. Ocurre lo mismo en la calle.
En Langkawi se puede recorrer un río cuyas orillas dejan ver las raíces de los árboles, completamente descarnadas por mor de las mareas. Los monos, en las márgenes, deambulan mirando, atentos, nuestro bogar. De regreso, tras una suculenta cena en un restaurante dentro del agua, a base de gambas fritas y trocitos de pollo almibarados, de nuevo a los barcos. Ya es noche cerrada y las embarcaciones no llevan luz. Los expertos guías se orientan por la sombra de los árboles sobre el agua. Navegamos a gran velocidad.
También, en Langkawi, se accede hasta una inverosímil altura a través de un funicular desde donde se divisan islas, agua, construcciones típicas.
Noventa y nueve islas componen el archipiélago de Langkawi. Y otras tantas leyendas por descubrir.












4 comentarios:

Ángela dijo...

No pares, sigue relatándonos y poniendo fotos del sitio.

¡Qué maravilla!

De verdad, de verdad que sí:-))*

Topacio dijo...

Querida Concha:

¿Cómo no vas a tener nostalgia después de haber venido de ese paraíso? Yo tendría un agujero en el estómago de haberlo dejado atrás ¡Qué bonitas fotos, qué hermosa y detallada tu narración, qué paz!

Gracias por compartirlo. Yo te echaba de menos, pero pensé que se debía a tu cansancio de los blogs (que a mí me está pasando lo mismo) y mira dónde estabas escondida…

¡Muchos besos, afortunada!

Alberto Oliveira dijo...

... um lugar que não conheço mas que graças à tua agradável partilha me faz sentir o desejo de o visitar.

Gracias y saludos.

Maria dijo...

Sempre a viajar!!! e que belas fotografias nos trazes !!
Abraços