La ciudad nabatea de Petra está excavada en rocas de tonalidades rojizas y escondida en un misterioso e imperturbable valle que la mantuvo ajena al devenir histórico durante siglos, hasta que un explorador suizo, Jean Louis Burckhardt dio con ella en 1812. Ocurrió por casualidad, por un cambio de itinerario. Eligió la entrada por la actual Jordania y no la vía de Trípoli como habían hecho otros exploradores desaparecidos. Durante dos años aprendió la lengua y las costumbres árabes, se dejó crecer la barba, se convirtió al Islam y cambió su nombre por el de Ibrahim Ibn Abdullah. Murió a los 33 años, siendo enterrado en el cementerio islámico de El Cairo con el adoptado nombre.
Hoy, son más de tres mil personas al día las que hacen el mismo recorrido que hizo el suizo, adentrándose por las pronunciadas gargantas, fotografiando frenéticamente cada tramo, cada fachada, cada monumento excavado en la rosada piedra.
Y así se accede a la fachada más fotografiada del mundo, denominada :"El Tesoro". Se llama así porque fue en este lugar, en la urna situada en la parte superior central, donde los nabateos guardaban todo lo que saqueaban a los que por allí transitaban. Fueron temidos por sembrar el terror asaltando a las numerosas carabanas que circulaban por aquella senda. Más adelante, pasaron a cobrar aranceles y peajes por recorrer el mítico camino de los Reyes, entre el Mar Muerto y las ciudades helenizadas de la Decápolis. El rigor del desierto impedía buscar otras rutas. Los nabateos, por el contrario, eran hábiles y se movían con facilidad por la zona consiguiendo extender su influencia hasta la vecina Siria donde descubren otra importante civilización: la romana. Su permeabilidad cultural pronto se hizo notar en la arquitectura que desarrollaron en Petra. El gusto por el arte helénico y egipcio se manifiesta en fachadas y estructuras de sus edificios, hecho que no pasa desapercibido para el curioso que hoy llega hasta Petra. Decían los griegos, orgullosos de su arte, que, los romanos, cuando descubrieron su arquitectura, envidiosos, quisieron imitarlo y superarlo en grandiosidad, pero esa monumentalidad, lejos de conferir la armonía y estética que guardaba toda arquitectura griega, se resumía en burda y tosca imitación.
Petra, por el contrario, pese a ser monumental y grandioso todo cuanto se encuentra a su paso, al estar enclavada en tan sigular espacio, hace de sus monumentos algo único para quienes saben absorber el encanto del silencio observando el calidoscopio, la transformación interminable de los colores a medida que el sol los va bañando con su fulgor, las sombras cimbreantes al anochecer, al ascensión al Monasterio, (a pie o a lomos de un burro, azuzado vigorosamente por el beduino). Todo en Petra es emoción y gratitud hacia el pueblo nabateo que ha dejado para la humanidad su legado más valioso.
Petra, por el contrario, pese a ser monumental y grandioso todo cuanto se encuentra a su paso, al estar enclavada en tan sigular espacio, hace de sus monumentos algo único para quienes saben absorber el encanto del silencio observando el calidoscopio, la transformación interminable de los colores a medida que el sol los va bañando con su fulgor, las sombras cimbreantes al anochecer, al ascensión al Monasterio, (a pie o a lomos de un burro, azuzado vigorosamente por el beduino). Todo en Petra es emoción y gratitud hacia el pueblo nabateo que ha dejado para la humanidad su legado más valioso.
3 comentarios:
Luz escondida.
Hermoso lugar...hermosa tu como siempre...besos, amiga.
Gracia Concha por este magnifico texto explicativo y por mostrarnos tan bellas fotografías. Me encantaría perderme por allí.
Besos.
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